Vivir más de un siglo ya no es un fenómeno tan raro. En países como España y según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, cerca de 20.000 personas han superado los 100 años. ¿Cuál es el secreto de estas personas? Aunque la genética tiene su peso, la mayoría de los estudios coinciden en que la epigenética es más importante. Es decir, los hábitos de vida son los grandes protagonistas de una vejez saludable y los que realmente marcan la diferencia.
Uno de esos hábitos, sorprendentemente sencillo, pero con gran poder, es escuchar música a diario. Sí, como lo lees: dedicar al menos 30 minutos al día a disfrutar de tus canciones favoritas podría ser mucho más beneficioso de lo que imaginas.
He de reconocer que escribir este artículo ha sido una de las cosas más gratificantes que he hecho últimamente, ya que la música es una de mis pasiones. Descubrir sus efectos tan positivos sobre nuestra salud es increíble.
Cuando el placer se convierte en medicina
El doctor Manuel de la Peña, cardiólogo y director de la Cátedra del Corazón y Longevidad del Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social, ha identificado entre los centenarios un hábito común que pocos mencionarían: escuchar música todos los días.
A primera vista parece solo una fuente de placer, pero la ciencia ha confirmado que la música tiene efectos profundos en nuestro cuerpo y mente. Al escuchar una melodía que nos gusta, el cerebro libera una auténtica “farmacia natural” de neurotransmisores beneficiosos:
- Dopamina, que genera placer y motivación.
- Serotonina, reguladora del estado de ánimo y el sueño.
- Oxitocina, clave en la conexión social y emocional.
- Endorfinas, con efecto analgésico y euforizante.
Este cóctel neuroquímico tiene efectos fisiológicos demostrados: reduce el estrés, mejora la respuesta inmune, disminuye la presión arterial y activa la neuroplasticidad cerebral. Es decir, fortalece nuestra salud física y mental… mientras disfrutamos.
Beneficios físicos medibles
La música no actúa solo en el cerebro, sus efectos se extienden a múltiples sistemas del cuerpo. Según distintos estudios científicos, escuchar música habitualmente puede tener beneficios tan concretos como estos:
- Estimulación del nervio vago, que regula funciones como la frecuencia cardíaca, la digestión y la respiración.
- Reducción de los niveles de cortisol, lo que combate el estrés crónico, la inflamación y el envejecimiento celular.
- Mejora de la respiración diafragmática, especialmente con música instrumental lenta, lo que favorece la oxigenación de tejidos.
- Fortalecimiento del sistema inmunológico, al aumentar la producción de inmunoglobulina A (IgA), un anticuerpo crucial en las defensas del organismo.
- Aumento de la variabilidad de la frecuencia cardíaca (HRV), un marcador de buena salud cardiovascular y longevidad.
Estos datos respaldan la idea de que la música puede actuar como un entrenamiento pasivo pero poderoso, ayudando al cuerpo a autorregularse sin esfuerzo físico.
Música, memoria y emociones: un escudo frente al deterioro
La música también tiene un papel clave en la preservación de la memoria y la salud emocional. En personas mayores, incluso con enfermedades como el Alzheimer, las canciones del pasado pueden evocar recuerdos olvidados, activar zonas profundas del cerebro y generar bienestar.
La conocida como “banda sonora de la vida” tiene la capacidad de:
- Estimular áreas auditivas, motoras, límbicas y prefrontales del cerebro al mismo tiempo.
- Reforzar la identidad personal y mantener vínculos con el pasado.
- Retrasar el deterioro cognitivo asociado a la edad, gracias a la mejora en la conectividad neuronal.
Por eso, no es casual que muchas personas longevas relaten con entusiasmo cómo ciertas canciones marcaron momentos clave de su vida. Esos recuerdos felices actúan como un escudo emocional contra la tristeza, la ansiedad y el aislamiento.
Actitud, hábitos y música: la fórmula de una larga vida
Vivir muchos años no es solo cuestión de genes. Los estudios más recientes coinciden en que la genética influye solo en un 25% de nuestra esperanza de vida. El otro 75% depende de nuestras elecciones diarias (epigenética): lo que comemos, cuánto dormimos, cómo nos relacionamos… y sí, también qué música escuchamos y cómo nos conecta emocionalmente.
Una actitud positiva, proyectos que nos ilusionen, relaciones personales sanas y una buena dosis diaria de música pueden ser más poderosos de lo que imaginamos. En este contexto, la música actúa como una aliada emocional que dispara el entusiasmo y protege la salud física al mismo tiempo.
Una melodía para cada día… y una vida más larga
Escuchar música no cuesta nada, y sin embargo puede cambiarlo todo. Es una de las herramientas más accesibles para cuidar el corazón, aliviar el estrés, fortalecer el sistema inmune y mantener el cerebro activo.
Así que no lo dudes: haz de la música un hábito cotidiano. Pon esa canción que te emociona, revive tus mejores recuerdos o descubre sonidos nuevos.
Porque tal vez, entre nota y nota, estés escribiendo el compás de una vida más larga, más saludable… y más feliz.