Según el Informe Mundial del Cáncer 2024 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente un tercio de las muertes por cáncer son atribuibles a cinco factores de riesgo evitables: el tabaco, algunas infecciones, el consumo de alcohol, el sedentarismo y una alimentación inadecuada.
El tabaco destaca como el principal factor de riesgo, siendo responsable de más del 90% de los casos de cáncer de pulmón y contribuyendo significativamente al desarrollo de otros tipos de cáncer, como los de cabeza y cuello, vejiga, riñón, esófago, páncreas, estómago, colon y recto. La preocupación también se centra en el uso de cigarrillos electrónicos y vapeadores, especialmente entre la población joven.
En cuanto al alcohol, no existe un nivel seguro de consumo, ya que incluso cantidades moderadas aumentan el riesgo de cáncer. Además, el hábito tabáquico y el consumo de alcohol tienen un efecto sinérgico, multiplicando hasta por 30 el riesgo de ciertos tumores.
La obesidad está relacionada con al menos nueve tipos de cáncer: incluyendo el de mama, endometrio, colorrectal, renal, vesícula biliar, páncreas, esófago e hígado.
Los agentes infecciosos también desempeñan un papel en el desarrollo del cáncer, con 10 agentes clasificados como carcinógenos por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC). Estos agentes son especialmente relevantes en países en desarrollo, donde pueden ser responsables de hasta el 25% de los tumores. El virus del papiloma humano es el responsable de la mayoría de los tumores, seguido por Helicobacter pylori, el virus de la hepatitis C y el virus de Epstein-Barr.
El ejercicio físico juega un papel fundamental para paliar tanto el sedentarismo como en la prevención, tratamiento y supervivencia del cáncer. A pesar de los beneficios demostrados, muchos pacientes con cáncer no mantienen niveles adecuados de actividad física, en parte debido a la falta de información por parte de los profesionales de la salud y las barreras personales y logísticas. Es crucial promover la importancia del ejercicio físico como parte integral del estilo de vida saludable y del manejo del cáncer.
Los cánceres más frecuentemente diagnosticados en el mundo fueron los de mama, pulmón, colon y recto, próstata y estómago, todos ellos con más de un millón de casos. Por ello, hoy nos centraremos con detalle en el cáncer de mama y en los factores de riesgo del cáncer colorrectal.
El cáncer de mama es una de las formas más comunes de cáncer en las mujeres, pero también puede afectar a los hombres. Existen fundamentalmente tres tipos:
- El cáncer de mama hormono-dependiente (ER+)
- el tipo HER2 positivo
- el tipo triple negativo
Los cánceres de mama se clasifican según los biomarcadores (proteínas que se encuentran en la superficie de las células tumorales) para los que hay tratamientos disponibles. Actualmente existen 3 biomarcadores principales para caracterizar un tumor de mama:
- receptores femeninos de hormonas sexuales: estrógeno y progesterona,
- HER2: receptor de un factor de crecimiento implicado en la proliferación celular.
Los cánceres de mama triple negativos, como su nombre indica, no tienen ninguno de estos 3 biomarcadores (receptores de estrógeno, receptores de progesterona y HER2).
Recientemente, también se habla de cánceres de mama HER2 bajos, es decir, aquellos que expresan débilmente el biomarcador HER2. No se trata de un nuevo subtipo de cáncer de mama como tal, sino más bien de una subdivisión, ya que algunos cánceres hormono-dependientes y cánceres triple negativos tienen un nivel bajo de HER2.
El cáncer de mama hormono dependiente es el cáncer de mama más común, representando el 70% de los casos. Los cánceres de mama HER2+ y los triple negativos representan cada uno el 15% de los casos.
La media de edad de desarrollo del cáncer de mama es de 63 años para todos los subtipos. El cáncer de mama triple negativo afecta a mujeres más jóvenes en promedio, alrededor de los 53 años.
Ciertas mutaciones genéticas, heredadas de los padres, aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de mama a una edad temprana (< 50 años). Las mutaciones más conocidas son las que afectan al gen BRCA: BRCA1 y BRCA2.
Existen tratamientos comunes a los tres subtipos de cáncer de mama porque su eficacia no depende completamente de la presencia o ausencia de biomarcadores. Básicamente, se trata de cirugía, quimioterapia y radioterapia.
También existen tratamientos más específicos que se basan en la presencia de los tres biomarcadores mencionados anteriormente.
- Los cánceres de mama hormono-dependientes se tratan con terapias hormonales que bloquean la acción de las hormonas Entre ellos se encuentran: el tamoxifeno (Nolvadex, Tamofen), el fulvestrant (Faslodex), el letrozol (Femara), el anastrozol (Arimidex) y el exemestano (Aromasine).
- Los cánceres de mama HER2 + se tratan con terapias dirigidas que bloquean el HER2, como trastuzumab (Herceptin), pertuzumab (Perjeta) o trastuzumab emtansina (Kadcyla).
- Por otro lado, no existe un tratamiento dirigido para los cánceres de mama triple negativo, ya que aún no se han identificado biomarcadores en su superficie que puedan utilizarse como diana para los tratamientos. Sin embargo, este cáncer puede ser sensible a la inmunoterapia, un tratamiento cuyo objetivo es estimular nuestras defensas inmunitarias para eliminar las células tumorales por sí solas.
Los cánceres de mama triple negativo tienen un mayor riesgo de recaída metastásica en los años posteriores al diagnóstico.
En el caso de los cánceres de mama hormono-dependientes, el riesgo sigue siendo significativo incluso 15 años después del diagnóstico. Para reducirlo, a las mujeres afectadas por este subtipo de cáncer se les prescribe terapia hormonal durante 5 a 10 años.
Es importante entender que el riesgo de recaída no depende únicamente de los biomarcadores presentes en la superficie de los tumores. Entran en juego otros factores: la edad del paciente, el tamaño del tumor, la afectación ganglionar, el grado, Ki-67, etc.
Factores de Riesgo Asociados al Cáncer Colorrectal (CCR):
Factores Ambientales: La gran mayoría de los casos de CCR son formas esporádicas que generalmente afectan a personas de riesgo medio, es decir, varones y mujeres mayores de 50 años sin antecedentes personales o familiares de esta enfermedad. Entre los principales factores ambientales asociados al CCR se incluyen la edad avanzada, un índice de masa corporal elevado, la diabetes mellitus, el sedentarismo y la dieta. En relación con la dieta, se ha observado que un consumo elevado de grasa total, colesterol y carne, así como una dieta baja en calcio y ácido fólico, están asociados con un mayor riesgo de desarrollar CCR. Por el contrario, una dieta rica en fibra, frutas, verduras y legumbres parece tener un efecto protector contra esta neoplasia. El tabaquismo y el consumo de alcohol son factores de riesgo bien establecidos para el CCR. Se ha observado un aumento del riesgo de CCR entre el 57% y el 71% en fumadores habituales (>1 paquete al día durante un período prolongado), así como un mayor riesgo de presentar adenomas y recurrencia del adenoma después de la polipectomía en estos individuos.
Predisposición Genética: Un pequeño porcentaje (<5%) de casos de CCR se desarrolla en el contexto de formas hereditarias con una causa genética bien establecida, mientras que una proporción aún menor (<1%) está asociada a tumores que complican enfermedades inflamatorias intestinales crónicas. En aproximadamente el 25-30% de los pacientes con CCR, hay antecedentes familiares de la enfermedad, sin cumplir los criterios diagnósticos de las formas hereditarias, lo que se denomina CCR familiar. Entre las formas hereditarias de CCR se encuentran el síndrome de Lynch (SL) y los síndromes de poliposis con un riesgo aumentado de CCR. El SL, por ejemplo, es una condición hereditaria autosómica dominante caracterizada por mutaciones en ciertos genes de reparación del ADN, siendo la causa hereditaria más común de CCR y cáncer de endometrio. Otras formas hereditarias de CCR incluyen la poliposis adenomatosa familiar (PAF), el síndrome de poliposis serrada (SPS) y otras entidades como la poliposis hamartomatosa juvenil, el síndrome de Peutz Jeghers (STK11) o el síndrome de Cowden (PTEN), aunque con una incidencia y riesgo menor que las mencionadas anteriormente.
CCR Familiar: Los individuos con antecedentes familiares de CCR tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad, posiblemente debido a factores de riesgo ambientales y genéticos compartidos. Se define como CCR familiar cuando hay una agregación de casos en la familia y se han descartado formas hereditarias específicas como el SL o los síndromes polipósicos. El riesgo de CCR en familiares de pacientes con esta enfermedad está influenciado por factores como el grado de parentesco, el número de familiares afectados y la edad del paciente índice al momento del diagnóstico. Se ha observado que el riesgo relativo de CCR disminuye a medida que aumenta la edad al diagnóstico del familiar afectado.