Durante siglos, la menopausia ha sido un tema tabú en la conversación sobre la salud de la mujer. Es momento de abordarla con naturalidad, reconociendo que se trata de un proceso inherente a la vida de todas las mujeres, de la misma manera que los hombres atraviesan la andropausia.
El descenso en los niveles de estrógeno, característico de la menopausia, afecta no solo aspectos físicos, sino también la vida personal, social y laboral de la mujer. Los sofocos y problemas óseos son solo algunas de las consecuencias más conocidas de este cambio de ciclo, que en realidad impacta en todo el cuerpo. Desde el insomnio hasta el aumento del riesgo cardiovascular, pasando por la niebla mental, el aumento de peso y el cansancio, se cuentan hasta 40 síntomas diferentes, todos capaces de influir considerablemente en la calidad de vida.
La disminución de estrógeno afecta a los órganos del cuerpo que responden a las hormonas, provocando una atrofia progresiva. Este descenso hormonal afecta el colágeno, evidenciándose en la piel más delgada y envejecida, así como en las articulaciones, donde se manifiestan dolores y molestias. La osteoporosis posmenopáusica, resultado de la debilitación ósea por la falta de estrógenos, es otra preocupación importante, aumentando el riesgo de fracturas y disminuyendo la altura debido a las vértebras comprimidas.
La protección cardiovascular que la mujer tiene en comparación con los hombres se desvanece con la menopausia, lo que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares como la arterioesclerosis, el infarto o el ictus. Además, se experimenta un aumento de peso debido a la ralentización del metabolismo y un desequilibrio en los estados de ánimo, similar al síndrome premenstrual.
Sin embargo, existen estrategias para mitigar estos síntomas y mejorar la calidad de vida durante la menopausia. Adoptar una alimentación saludable y adecuada, realizar ejercicio físico regularmente y mantener una actitud positiva son acciones clave. La reducción de síntomas puede comenzar con cambios en el estilo de vida, pero en casos más intensos, se pueden considerar tratamientos naturales o terapia hormonal, adaptados a las necesidades individuales de cada mujer.
La terapia hormonal ofrece múltiples beneficios, como la reducción de sofocos, mejora del sueño, del ánimo y de la memoria, así como la disminución de síntomas genitourinarios y articulares. Además, existen opciones no hormonales, como el Fezolinetant, que actúa bloqueando los sofocos desde el cerebro.
Es esencial comprender que cada mujer experimenta la menopausia de manera diferente, por lo que es fundamental personalizar el tratamiento. Herramientas como aplicaciones móviles desarrolladas para medir la calidad de vida y determinar la elegibilidad para la terapia hormonal pueden ser útiles en este proceso.
El control del peso durante la menopausia cobra especial importancia, ya que los cambios hormonales pueden contribuir al aumento de peso y al riesgo de enfermedades crónicas. Se recomienda combinar ejercicio cardiovascular, entrenamiento de fuerza y ejercicios de flexibilidad en la rutina diaria, además de adoptar una alimentación equilibrada y variada, rica en nutrientes esenciales como el calcio, la vitamina D y la fibra.
En resumen, enfrentar la menopausia implica abrazar los cambios corporales y emocionales que conlleva, pero también implica tomar medidas proactivas para mejorar la calidad de vida. Con el apoyo adecuado y un enfoque integral de cuidado personal, las mujeres pueden atravesar esta etapa de la vida con mayor bienestar y vitalidad.